SE SIRVIERON CON LA CUCHARA GRANDE

SE SIRVIERON CON LA CUCHARA GRANDE

 David Monreal

Cuando salimos a comer entre amigos, ¿qué conviene más, pagar cada quien lo suyo o dividir la cuenta en partes iguales? Los platillos tienen distintos precios. Si cada uno paga lo suyo, quizá tengamos mayor cuidado de no gastar mucho, y pidamos un platillo que nos guste pero que no sea muy caro. En cambio, si la cuenta se dividirá, podríamos pedir el platillo más caro y acabar pagando menos de lo que vale… a menos que todos piensen lo mismo, y en ese caso, todos terminaremos pagando más. Este dilema, que es en realidad una variante del dilema del prisionero planteado a mediados del siglo pasado, nos puede ayudar a entender cómo los gobiernos llegan a endeudar a la población por falta de escrúpulos.

En 2004 como parte de una investigación académica, realizaron un experimento para constatar qué ocurría en grupos determinados de personas, para lo que establecieron tres variantes. El primer tipo de grupo pagaría de forma individual; el segundo, dividiría en partes iguales la cuenta; y el tercero, comería gratis. Como era de esperarse, en el primer tipo de grupo el precio promedio por persona fue de 37.3 dólares; en el segundo, de 50.9 dólares; y en el tercero, de 82.3 dólares. Pero ¿Qué tiene qué ver esto con las finanzas públicas?

Es fundamental asumir que cuando hablamos de la población de un Estado existen grandes diferencias. De hecho, desde la década de los ochenta la desigualdad en el mundo ha crecido de forma acelerada, en gran medida, gracias al modelo económico neoliberal que se impuso en gran parte del planeta. Por lo tanto, que cada quien pague lo suyo, podría asemejarse a la postura más radical del neoliberalismo, que postulaba el adelgazamiento del Estado y su menor intervención posible; el segundo caso se podría comparar a una actitud redistributiva de la actividad fiscal; y el tercero, a la aplicación del modelo neoliberal en un contexto de corrupción sistemática, donde unos comen y otros pagan.

La clase política del viejo régimen en México se divorció del pueblo soberano y prefirió coludirse con el poder económico a través de un pacto de impunidad que les permitía utilizar recursos de todas y todos para el beneficio de unos cuantos, lo que creó las condiciones para un gasto desmedido que se vio reflejado en el endeudamiento público. Especialmente durante las crisis económicas se implementó este modelo de endeudamiento público para el beneficio privado; como ejemplo tenemos al Fobaproa, que de acuerdo con el presidente Andrés Manuel López Obrador seguirá drenando la cuenta pública por 50 años más, y el pico de 2009, cuando la tasa anual de crecimiento de la deuda llegó a 77.2 por ciento, para hacer frente a la crisis de 2008.

En Zacatecas, de 2010 a 2011, periodo de cambio de gobierno, la deuda pública del estado pasó de representar el 0.5 por ciento del Producto Interno Bruto local, al 2.2 por ciento, es decir, la proporción aumentó 340 por ciento, y para el final del quinquenio, la deuda ya equivalía al 4.3 por ciento del pib estatal, porcentaje que hasta la fecha no presenta grandes cambios. Ante esta situación vale la pena preguntarnos: ¿Quién comió gratis? ¿Pagará su cuenta? ¿Seguiremos comiendo el plato barato y pagando la cuenta más cara? Todo depende de las decisiones que tomemos este año.

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